domingo, 7 de marzo de 2010

4 DE ABRIL DEL 2010. Jn 20,1-9

Terminada la creación (19,30) y preparada la verdadera Pascua (19,31-42), comienza sin interrupción el nuevo ciclo: el de la creación nueva y la Pascua definitiva. Prescinde Jn del dato cronológico exacto, para subrayar que el tiempo mesiánico sigue inmediatamente a la muerte de Jesús. “El último día” de la cruz viene representado ahora como el primer día (1), que abre el tiempo nuevo. Por la mañana temprano indica un momento en que ya hay luz (18,28); dato inconciliable con todavía en tinieblas; pero en Jn la tiniebla designa la ideología contraria a la verdad de la vida (1,5; 3,19; 6,17; 12,35). María va al sepulcro creyendo que la muerte ha triunfado; espera encontrar el cadáver de Jesús. Alusión al Cantar 3,1, de la esposa: “lo busqué y no lo encontré”. La losa puesta habría sido el sello de la muerte definitiva (cf. 11,38s.41), pero la historia de Jesús no se ha cerrado.
Alarma de María (2). Avisa a los dos discípulos por separado; la muerte de Jesús ha provocado la dispersión (16,32). Conclusión de lo que ha visto: se han llevado al Señor. No entiende lo que era señal de vida (el sepulcro abierto); para ella, el Señor, muerto, está a merced de lo que quieran hacer con él. El plural no sabemos muestra a la comunidad desorientada.
Igual reacción de ambos discípulos, ir al sepulcro (3-4). Correr juntos, común adhesión a Jesús. Diferencia: el amigo de Jesús se adelanta a Pedro. Las dos veces que hasta ahora Pedro y el discípulo predilecto han aparecido juntos (13,23-25; 18,15ss) Jn ha dado la ventaja al segundo. Corre más de prisa el que ha sido testigo del fruto de la cruz (19,35). Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y fuente de vida (12,24).
El discípulo ve puestos los lienzos (5), como sábanas en el lecho nupcial; ya no atan a Jesús (19,40). Distingue la señal de la vida, pero no la comprende. Deberían deducir que Jesús se ha marchado solo (cf. 11,44, de Lázaro: “Desatadlo y dejadlo que se marche”), pero no conciben que la vida pueda vencer a la muerte.
El discípulo no entra en el sepulcro, va a ceder el paso a Pedro. Después de las negociaciones de éste (18,15-17,25), es un gesto de aceptación y reconciliación. Pedro sigue al otro discípulo (6); el que es amigo de Jesús marca el camino. Ve también los lienzos puestos; descubre, además, el sudario, símbolo de muerte (11,44, de Lázaro), pero colocado aparte: envolviendo determinado lugar (7). La expresión es extraña, indicando un segundo sentido. “El lugar” denota en Jn el templo de Jerusalén (4,20; 5,13; 11,48) o, por contraste, el lugar donde se encuentra Jesús, nuevo santuario (6,10.23; 10,40, etc.). Aquí este “lugar”, separado del que es propio de Jesús, designa el templo. Al matar a Jesús han intentado suprimir la presencia de Dios; con ello han condenado su propio templo a la destrucción (cf. 2,19). La muerte, vencida por Jesús, amenaza sin remedio a la institución que lo condenó. No hay reacción de Pedro ante los signos.
Insiste Jn en la deferencia del otro discípulo (8: el que había llegado antes), que muestra una actitud de amor como la de Jesús. Al ver las señales, comprende: la muerte no ha interrumpido la vida, simbolizada por el lecho nupcial preparado. Ahora cree y ve así la gloria/amor de Dios (11,40), que da vida definitiva. Nuevo contraste entre los dos discípulos; sólo cree el segundo.
Jn se refiere al pasaje de Is 26,19-21 (9), al que aludía en 16,16: “Dentro de poco dejaréis de verme, pero un poco más tarde me veréis”, y en el que decía el profeta: “Resucitarán los muertos … el Señor va a salir de su morada”. No sabían que se ha producido el nacimiento del Hombre (16,21).
Los discípulos no hablan entre ellos ni comentan lo que han visto (10). Esto da a la escena un carácter de paradigma: Jn está describiendo el impacto de la muerte de Jesús en la comunidad y las disposiciones que el hecho de la resurrección encuentra en ella. De hecho, los discípulos no continúan la búsqueda de Jesús ni anuncian lo sucedido (se fueron de nuevo a su casa).

SÍNTESIS.

Jesús ha muerto, pero no es un cadáver. El sepulcro es un pasado que remite al presente. No se puede vincular la memoria de Jesús a un lugar determinado ni erigirle un monumento como a un difunto ilustre. Su historia no ha terminado. Dificultad en creer que la vida vence a la muerte.

2 DE ABRIL DEL 2010. Jn 18,1-19-42.

1-14. Dicho esto enlaza la Pasión con el discurso de la cena, en particular con la oración de Jesús (cap. 17). Primera mención de un huerto (1), lugar de vida y fecundidad: será también un huerto el lugar donde lo crucifiquen y lo sepulten (19,41s). La muerte va a situarse en el ámbito de la vida. Lugar habitual de reunión para Jesús y los suyos (2); la comunidad de Jesús se encuentra en la esfera de la vida.
Se hace resaltar el número de las fuerzas que intervienen en el prendimiento (3): peligro que representa Jesús para “el mundo”, intensidad de la violencia de éste y magnitud del odio (7,7; 15,18-25). Acuden todos los componentes de la oposición a Jesús. Judas hace de jefe, es figura “del jefe del orden este” (14,30), representa a los círculos de poder. Faroles y antorchas, caminan en la tiniebla; llevan armas, instrumentos de muerte. Se identifican tinieblas y muerte. Quieren extinguir la luz/vida (1,5).
Jesús sale (4); los que llegan no entran en el huerto, lugar de la vida. No se dirige a Judas, sino al grupo entero. El Nazareno/Nazoreo (5) señala al descendiente de David (alusión a Is 11,1; Jr 23,5; 33,15; Zac 3,8 y 6,12; “el Germen”). Soy yo, se identifica como Mesías (1,20; 6,20). Última mención del traidor; queda alineado con los enemigos de Jesús. Echarse atrás (6), lenguaje simbólico para significar derrota (Sal 27,2; 35,4; 56, 10; 70,13); caer a tierra, derrota total. La entrega de Jesús vence al mundo (14,30; 16,33). No intenta escapar (7). Pone a salvo a sus amigos, por quienes va a dar la vida (15,15) (8-9).
Pedro no ha comprendido la alternativa de Jesús ni su designio (1,42; 13,8) (10), que no consiste en triunfar dando muerte, sino en entregarse para comunicar vida. Está dispuesto a arriesgar la suya para mostrar su amor a Jesús (13,37), pero quiere impedir que Jesús le manifieste el suyo. No ha superado la tentación de hacerlo rey (6,15; 12,13) y no acepta su muerte (12,34). El siervo, determinado, representante calificado; le cortó el lóbulo, etc, figura para indicar la destitución del sumo sacerdote (cf. Éx 29,20; Lv 8,23), máxima autoridad religioso-política. Malco, en aram. “rey”, el poder político en manos de la jerarquía sacerdotal.
Jesús detiene a Pedro (11). La aceptación de la muerte entra en el designio del Padre: presentar, ante el odio y la violencia, la alternativa del amor. El Padre no ha destinado a Jesús a la muerte; su misión era dar testimonio de su amor a los hombres. Pero en el mundo de la tiniebla opresora la muerte violencia era inevitable y ella va a manifestar hasta el máximo la maldad del mundo y el amor de Dios. Jesús no busca el dolor, pero lo acepta cuando es consecuencia ineludible del testimonio del amor y la denuncia de la opresión. No responde al odio con el odio ni combate la violencia con la violencia, para no imitar, aun a costa de la vida, la maldad del sistema opresor. Muestra así que Dios es puro amor y ajeno a toda violencia.
Insiste Jn en la complicidad de todos los poderes, civiles y religiosos (12). En el momento decisivo, todos descubren su verdadero rostro; son los enemigos del hombre y de la vida. Lo ataron, cf. Is 3,9-10. Anás (13) había sido sumo sacerdote en los años 6-15, y sus cinco hijos lo fueron después de él. Conocido por su ambición, riqueza y codicia. Es el personaje más importante del tiempo, el verdadero poder, detrás de los que ejercen la función en cada momento (Caifás, el año aquel); representa “al Enemigo” (8,44), del que Caifás es instrumento. Quieren ejecutar el acuerdo el Consejo (11,53) (14).


SÍNTESIS.

Dios o Jesús no necesitan en este mundo defensores ni protectores. Pretender defenderlos es arrogancia. Usar la fuerza o utilizar la violencia con ese pretexto significa atribuirles la misma injusticia del sistema y destruir toda alternativa. Lo único válido es repetir el gesto de Jesús, entregar la vida por amor al hombre.


Pedro no hace caso del aviso que le había dado Jesús (13,36); no está preparado para seguirlo. Otro discípulo, innominado, pero asociado a Pedro, como en 13,23; 20,2.4; 21,7.20-22; es el predilecto de Jesús, el modelo de discípulo. (15). Era conocido como discípulo por el sumo sacerdote, aludiendo al dicho de Jesús en 13,35: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos, etc.”. El que experimentaba el amor de Jesús (13,23: “el discípulo predilecto”) responde a ese amor aceptando el riesgo de seguir a Jesús hasta el fin (entró con Jesús).
Contraste con Pedro (16). El otro va a ofrecerle la oportunidad de declararse discípulo y seguir a Jesús en su entrega. Pedro no entra espontáneamente, se deja conducir (cf. 1,42). No lleva el distintivo del discípulo (13,35), hay que preguntarle si lo es (17), y tiene que definirse. Jesús ha defraudado su expectación mesiánica; ya no se siente vinculado a él. Al romper con Jesús, Pedro se encuentra mezclado con sus enemigos (18); no habiendo alcanzado la libertad, está entre los siervos; frío, símbolo de muerte.
Contraste con lo que ocurre en el patio. El sumo sacerdote (19), el poder supremo, quiere saber quiénes apoyan a Jesús, su influjo (sus discípulos) y qué doctrina propone. Jesús no responde a la pregunta sobre sus discípulos, no quiere comprometer a nadie; en cuanto a la doctrina, no tiene nada secreto que revelar.

1 DE ABRIL DE 2010 Jn 13,1-15.

La frase inicial (1) introduce, no sólo el discurso de la cena, sino toda la narración de la entrega y muerte de Jesús, hasta sus palabras en la cruz (19,30).
Se omite toda mención de lugar; ya que no se nombra a Jerusalén (1). Esta Pascua será la de Jesús, la que permitirá el éxodo de las tinieblas a la luz. Pasar de este mundo al Padre, el éxodo personal de Jesús, la llegada a la tierra prometida. No va a la muerte (su hora) arrastrado por las circunstancias, va a dar su vida voluntariamente (Consciente). “Los suyos (Israel) no lo acogieron” (1,11); Jesús tiene ahora otros a quienes llama los suyos, los que le han dado su adhesión. Su amor hasta el fin será la nueva Escritura (cf. Dt 31,24); amor y fidelidad (1,14), la característica de la nueva comunidad.
Cena ordinaria (2); la cena cristiana no es una continuación de la judía. El Enemigo/diablo, el dinero-poder, es el principio de homicidio y mentira que inspira al círculo dirigente (8,44); engendra hombres que son “enemigos/diablos” (6,70). La ambición y la codicia (12,6: “ladrón”) inducen a Judas a la traición.
Jesús tiene plena conciencia (3) de su misión (3,35), de su origen (1,32s: el Espíritu; 1,14: “plenitud de amor y lealtad”) y de su itinerario y meta: el don total de sí, en el que Dios está plenamente presente como vida absoluta.
Dejó el manto (4) y tomó el manto (12, en paralelo con 10,17s: “entregar la vida/recobrarla”. Un paño, símbolo del servicio; va a enseñar a los suyos que significa el amor leal. Lavar los pies, signo de acogida, deferencia (5). Les muestra su amor, que es el del Padre, que se ejerce en el servicio al hombre desde abajo. Ni el deseo de hacer bien puede justificar ponerse por encima del hombre y lo eleva hasta sí. Jesús, el Señor, se hace servidor para dar a los suyos categoría de señores. Su servicio, por tanto, se propone dar libertad (señor) y crear así la igualdad, eliminando todo rango. Todos han de ser libres y, con su servicio, seguir creando libertad e igualdad.
Extrañeza y protesta de Pedro (6) Llama a Jesús Señor título de superioridad, en contraste con “lavar”, servicio de un inferior. Ha comprendido que la acción de Jesús invierte el orden de valores admitidos. Para él, Jesús debe ocupar el trono de Israel: él es súbdito, no admite la igualdad. Jesús no se extraña de la protesta de Pedro (8), pero éste insiste con una negativa rotunda (cf. 6,60); mantiene aún los principios de la sociedad injusta, donde cada uno mantiene el propio rango. Respuesta de Jesús: Si no admite el amor que crea la igualdad, no puede estar con él, no puede participar de su Espíritu; quien rechaza el servicio como rango distintivo del grupo queda excluido de la unión con él.
La reacción de Pedro (9) muestra su adhesión personal a Jesús, pero también que no entiende su manera de obrar. Está dispuesto a hacer lo que mande, pero por ser voluntad del jefe, no por convicción. Piensa que el lavado es purificatorio, que elimina algún obstáculo para estar con Jesús. No aceptaba la acción como servicio, la acepta como rito religioso.
Jesús corrige la interpretación de Pedro (10); no se trata de rito purificatorio, sino de servicio (v 4.5: el paño ceñido). Es hacer propio el mensaje lo que purifica al hombre (15,3). El único motivo que puede separarlo de Dios es la negativa a hacer caso al Hijo (3,36). Jesús conoce la actitud del traidor (10-11).
Tomar el manto, recobrar la vida (10,17s) (12). Jesús no se quita el paño, señal de su servicio, que continuará para siempre. Vuelve a la posición del hombre libre (se recostó en la mesa) con el paño puesto: el servicio no disminuye la libertad ni la dignidad del hombre.
Lo que hace Jesús, el Maestro y el Señor (13), es válido para todos y para todo tiempo (14-15). No es Señor por imposición alguna; su seguimiento es una asimilación a él (6,53s: “comer su carne”), no una obediencia. Con su acción, les ha dado la experiencia de ser amados y les ha enseñado a amar como él (Maestro) (cf. 13,34).

28 DE MARZO DE 2010. Lc 22,14-23, 56

Lc 22,14-23 La eucaristía anuncio de la traición.

La denominación los apóstoles o enviados (= 22,11: “los discípulos”), pone a la eucaristía bajo el signo de la misión: el compromiso que ella supone será el que los capacite para llevarla a cabo. Vivo deseo (15), en relación con el de completar su obra (12,50) y con el hambre en el desierto (4,2). En esta cena Jesús va a dejar el alimento de su comunidad para el futuro (cf. 11,3; 12,37).

La Pascua, el éxodo liberador (cf. 9,31), no es sólo para Israel, sino para la humanidad entera: no tendrá plena realidad hasta que los paganos reciban el mensaje (16: el reino de Dios; cf. 9,27; 13,28s; 21,31).

Lc difiere de Mt y Mc por colocar una copa antes del pan. Jesús acepta la copa (17): se adivina la figura del Padre que le ofrece su pasión y muerte (cf. 22,42) como expresión de la entrega total por amor a la humanidad. Esta copa/amor es un don del Padre a Jesús y a todos los hombres; da gracias al Padre por ese amor, que es en él una realidad (3,22: el Espíritu) e invita a los discípulos a aceptarlo, comprometiéndose a una entrega como la suya (9,24).

El producto de la vid (18), alusión a la parábola de los viñadores (20,9-19); el reinado de Dios, inaugurado con la entrada de los paganos (20,16: “dará la viña a otros”); la calidad de amor expresada por la copa (5,37s: el vino nuevo) se hará realidad cuando se extienda la misión a la humanidad entera (cf. Hch 1,8). La aceptación de la copa renueva el compromiso de Jesús en su bautismo (3,21-23; cf. 12,50); su aceptación por los discípulos implica el mismo compromiso y la recepción del Espíritu.

Una vez confirmado su compromiso, Jesús se entrega como modelo de vida y para comunicar vida (el pan) a los que han hecho el mismo compromiso sin miedo a la muerte (la copa). Por propia iniciativa coge un pan (19), don de Dios creador (acción de gracias). Este pan, que lo representa a él mismo, es el don máximo de Dios: el Hombre-Dios en quien culmina la creación.

Las palabras que explican el significado del pan son las de Mc 14,22. El cuerpo = la persona en su identidad reconocible, presencia y actividad. El pan/cuerpo dado a los discípulos lleva consigo el don del Espíritu, respuesta de Jesús a los que han hecho un compromiso semejante al suyo. Lc no menciona que los apóstoles beban de la copa o coman el pan. La respuesta a la invitación de Jesús tendrán que darla con su propia vida.

De este análisis se desprende que los vv. 19-20: “que se entrega por vosotros; haced lo mismo en memoria mía. Después de cenar hizo igual con la copa diciendo: “Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros”, son una interpolación inspirada en 1 Cor 11,24b-25. De hecho, están ausentes en el cod. Beza y en algunas versiones occidentales, la lengua presenta rasgos no lucanos y el significado de la segunda copa no podría ser distinto del de la primera, la aceptación por parte del discípulo de la entrega de Jesús y de la suya propia. Además, el texto breve explica la denominación “la fracción del pan” usada por Lc para la eucaristía (Hch 2,42-46; 20,7.11) sin alusión a la copa.
Mención del traidor (21s), vse. Mc 14,18-21. Perplejidad de los discípulos.

Lc 22,39-46. Oración de Jesús en el Monte de los Olivos.

El lugar era habitualmente frecuentado por Jesús (39s); éste no se oculta para evitar su prendimiento. Invita a los discípulos a renunciar a su proyecto mesiánico nacionalista (40: la tentación). La petición a Dios les haría comprender el designio divino. Lc recalca la oración de Jesús en los momentos decisivos de su vida (cf. 3,21; 5,16; 6,12; 9,18-28s; 11,1). Orar de rodillas, cf. 1 Re 8,54; Esd 9,5; Dn 6,11).

Como Jesús pone el designio del Padre por encima de cualquier designio propio (42), ellos deberán aceptar el destino del Hombre (9,22.44; 18,31-33), renunciando a la ideal del Mesías que se han forjado. El trago (42), lit. “la copa” (cf. Sal 11,6; 16,5; 23,5), conexión con 22,17s. Ésa es la copa que el Padre le ofrecía y que los Doce deberían repartir entre ellos.

Los vv. 43-44: “Se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. Al entrarle la angustia se puso a orar con más insistencia; le chorreaba hasta el suelo un sudor parecido a goterones de sangre”, no son originales de Lc, sino una inserción, aunque el texto es muy antiguo. Subraya la dureza de la lucha interior de Jesús.Los discípulos no han hecho caso de la recomendación de Jesús (cf. 9,32); se prepara la defección (45s).

Lc 22,47-53. Traición y prendimiento.

Lc 23,1-7 Ante Pilato.

Lc 23,26-49. Crucifixión y muerte.