sábado, 1 de enero de 2011

DOMINGO 30 DE ENERO DEL 2011; Mt 5,1-12.

[1]Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos.[2]Tomó la palabra y los instruyó en estos términos:[3]Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado de Dios les pertenece.[4]Dichosos los afligidos, porque serán consolados.[5]Dichosos los desposeídos, porque heredarán la tierra.[6]Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.[7]Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia.[8]Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.[9]Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios.[10]Dichosos los perseguidos por causa del bien, porque el reinado de Dios les pertenece.[11]Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa.[12]Estad alegres y contentos pues vuestra paga en el cielo es abundante. De igual modo persiguieron a los profetas que os precedieron.

EXPLICACIÓN.

Multitudes judías y paganas le seguían. La actividad de Jesús rompe las fronteras entre los pueblos (4,25). Reacción de Jesús, subier al monte, lugar de la presencia y actividad divinas. Va a promulgar el estatuto del Reino, a definir la nueva alianza y a constituir el nuevo pueblo. Sube al monte como Moisés y habla desde él como Dios: el Hombre-Dios.

"Pobres" (3), en la tradición judía, los pobres sociológicos; "eligen", lit. "por el/su espíritu", que indica un acto interior del hombre, de inteligencia, voluntad o sentimiento; en este contexto, de voluntad (= decisión, opción). "Los pobres por propia decisión" = los que eligen ser pobres. Jesús mismo lo interpreta en 6,24 (opción entre Dios y el dinero). Tienen a Dios por rey (lit. "de ellos es el reinado de Dios"), es decir, sólo con ellos actúa Dios como rey. El reinado de Dios pone fin a la miseria; no carecerán de lo necesario ni tendrán que someterse a otros para obtener el sustento (6,25-34). Esta pobreza se opone al acumular y retener bienes (6,19-21) y supone la disposición a compartir lo propio (6,22s.). Ésta es la buena noticia a los pobres (Is 61,1; Mt 11,15).

Las tres bienaventuranzas siguientes contienen una promesa de liberación, efecto de la opción por la pobreza.

Los que sufren (4), alusión a Is 61,1 donde se trata de la opresión de Israel. Jesús anuncia el fin de la opresión para la humanidad entera.

Los sometidos (5), según el texto de Sal 37,11: los que han perdido su independencia económica y su libertad y tienen que vivir sometidos a los poderosos que los han despojado. La tierra, universal: plena restitución de la libertad e independencia.

Esa justicia (6) condensa las dos bienaventuranzas anteriores: verse libres de la opresión, gozar de la independencia y libertad.

Las tres bienaventuranzas siguientes definen la labor del grupo cristiano en medio de la sociedad.

Los que prestan ayuda (7), la misericordia expresada en obras.

Los limpios de corazón (8), cf. Sal 24,4, en paralelo con "el de manos inocentes": buena intención que se traduce en conducta sincera. Ver a Dios, la experiencia constante de su presencia. No cuenta ya la pureza de la ley, sino la del comportamiento, ni el encuentro con Dios en el templo (Sal 24,3; 42,3.5; 43,3), sino en la vida.

La paz (9): prosperidad, tranquilidad, derecho, justicia; en suma, la felicidad individual y social. Condensa las dos bienaventuranzas anteriores. Tal actividad hace al hombre semejante a Dios, por ser la misma que él ejerce con los hombres. No relación de siervo a señor, sino de hijo a Padre (cf. Os 2,1).

La última bienaventuranza (10) completa la primera (3) (ambas en presente y con el segundo miembro igual). La persecución no es un fracaso, y es consecuencia de la fidelidad a la opción inicial (5,3). La sociedad, basada en la ambición de poder, gloria y riqueza, no la tolera.

Las promesas de futuro (vv. 4-9) son efecto de la opción y fidelidad presentes (vv. 3.10). Liberación progresiva de los oprimidos por la existencia del grupo humano que opta contra los valores de la sociedad y crea una alternativa.

Para los discípulos (11s) desarrolla la última bienaventuranza. La sociedad ejercerá sobre ellos una presión más o menos cruenta, desde desacreditar al grupo cristiano hasta perseguirlo abiertamente. La reacción ha de ser la alegría. Su recompensa será la experiencia de que Dios reina sobre ellos. Con su modo de vivir, los discípulos toman el puesto de los profetas de antaño: hacen visible una nueva relación humana, que denuncia la injusticia existente.

DOMINGO 23 DE ENERO DEL 2011. Mt 4,12-23.

[12]Al enterarse de que Juan había sido arrestado, Jesús se retiró a Galilea,[13]salió de Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí.[14]Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías:[15]Territorio de Zabulón y territorio de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos.[16]El pueblo que vivía en tinieblas vio una luz intensa, a los que vivían en sombras de muerte les amaneció la luz.[17]Desde entonces comenzó Jesús a proclamar: ---¡Arrepentíos que está cerca el reinado de Dios!

[18]Mientras caminaba junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos --Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano-- que estaban echando una red al lago, pues eran pescadores.[19]Les dijo: ---Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres.[20]De inmediato dejando las redes le siguieron.[21]Un trecho más adelante vio a otros dos hermanos --Santiago de Zebedeo y Juan, su hermano-- en la barca con su padre Zebedeo, arreglando las redes. Los llamó,[22]y ellos inmediatamente, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

[23]Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias.


EXPLICACIÓN.

12-17. Oposición a Juan y fin de su actividad. La misma proclama de Juan, pero ahora en boca de Jesús, resuena, no desde el desierto, sino en medio de la sociedad. Cafarnaún, capital judía de Galilea (Tiberíades, la residencia real, de costumbres paganas), puesta en relación con el antiguo reparto de la tierra (13: Zabulón y Neftalí). El texto profético habla de liberación; tinieblas, símbolo del caos e imagen de la muerte; luz, vida. Jesús es el liberador que se prepara a la acción. Su proclamación (17) recoge la del Bautista, pero no asocia a ella el bautismo o algún rito religioso, ni anuncia un juicio contra los que no la acepten. Este pregón inaugura su actividad con el pueblo.

18-22. Esta llamada es el paradigma de todas las demás en Mt. El mar/lago, frontera con los pueblos paganos y alusión al éxodo. La insistencia en el vínculo de hermandad (18.21) alude a Ez 47,13s, donde se anuncia el futuro reparto de la tierra a partes iguales ("cada uno como su hermano"): igualdad de todos sus seguidores. La invitación de Jesús (19) recuerda la llamada de Eliseo por parte de Elías (1 Re 19,19-21). Lo presenta como profeta e implica la comunicación de su Espíritu. Pescadores de hombres, cf. Ez 47,10. Jesús llama a una misión que pretenderá atraer a los hombres (judíos y paganos). Santiago y Juan, hermanos; presencia del padre, figura de la autoridad y de la tradición (21). En lo sucesivo no deberán reconocer más que al Padre del cielo (6,9; 23,9) (21-22).

23. Comienzo de la doble actividad, de palabra y de obra, de Jesús: presenta una alternativa a la situación (el Reino). El el versículo 24 la variedad de enfermedades y la procedencia de los enfermos señalan el ofrecimiento de una salvación total y universal. Realidad de la salvación.

DOMINGO 16 DE ENERO DEL 2011. Jn 1,29-34.

29. Al día siguiente, vio a Jesús que llegaba hacia él, y dijo:
- Mirad el Cordero de Dios, el que va a quitar el pecado del mundo.
30. Éste es de quien yo dije: “Detrás de mí llega un varón que estaba ya presente antes que yo, porque existía primero que yo”.
31. Tampoco yo sabía quién era, pero si yo he venido a bautizar con agua es para que se manifieste a Israel.
32 Y Juan dio este testimonio:
-He contemplado al Espíritu bajar como paloma desde el cielo y quedarse sobre él.
33. Tampoco yo sabía quién era; fue el que me mandó bautizar con agua quien me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y se queda, ése es el que va a bautizar con Espíritu Santo”.
34. Pues yo en persona lo he visto y dejo testimonio de que éste es el Hijo de Dios.


EXPLICACIÓN.

29-34. Segundo día. Testimonio de Juan para toda época (sin oyentes determinados) acerca de Jesús. Centro (32): Jesús, el portador del Espíritu (plenitud de vida y amor del Padre). Relación con el prólogo 1,30 repite 1,15. A la luz de 1,14 (clave de éxodo), el Cordero de Dios alude al cordero pascual, cuya sangre liberó al pueblo israelita de la muerte y cuya carne fue su alimento. Se anuncia, pues, la muerte de Jesús y la nueva Pascua (fiesta) / éxodo (liberación).
Como paloma (32) alude a Gn 1,2: “el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”. Termina de realizarse el proyecto creador: la comunicación plena del Espíritu a Jesús hace realidad al Hombre-Dios (1,1) Consagración mesiánica (10,36; Is 1,1ss; 42,1; 61,1ss), origen divino de la persona y misión de Jesús (3,13; 6,42.50.51.58; cf.1,18). La esfera del Espíritu se encuentra donde está Jesús (cf. 4,24). El Espíritu se identifica con la gloria, la plenitud de amor y lealtad (1,14); la misión de Jesús-Mesías consiste en comunicar a los hombres el Espíritu (33) o la gloria (17,22).
El pecado del mundo es la opción por una ideología (tiniebla) que frustra el proyecto creador, es decir, que suprime o reprime en los hombres la vida o la aspiración a ella, impidiendo la búsqueda de la plenitud en uno mismo o en los demás. Al dar la experiencia del Espíritu/vida, Jesús va a quitar el pecado del mundo, va a liberar al hombre de la sumisión a las ideologías de esclavitud. Tampoco yo sabía quién era (31.33), como Samuel no conocía a David (1 Sm 16,11); alusión mesiánica.
El testimonio solemne de Juan (34) tendrá su paralelo en el del discípulo al pie de la cruz (19,35).

DOMINGO 9 DE ENERO DEL 2011; Mt 3,13-17.

[13]Entonces fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.[14]Juan se resistía diciendo: ---Soy yo quien necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?[15]Jesús le respondió: ---Ahora haz lo que te digo pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena. Ante esto Juan aceptó.[16]Después de ser bautizado, Jesús salió del agua y en ese momento se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él.[17]Se escuchó una voz del cielo que decía: ---Éste es mi Hijo querido, mi predilecto.

EXPLICACIÓN.

Juan reconoce en Jesús al Mesías y se opone a su propósito (13), pues el gesto de Jesús no cuadra con la descripción del Mesías que ha hecho antes: un símbolo de muerte (bautismo), en lugar de una actividad de juez (14). El bautismo de Jesús simboliza su compromiso de dar la vida, y así se realizará el designio divino. Juan debe aceptarlo (15). Al compromiso de Jesús (su bautismo), respuesta divina (16): el cielo abierto asegura una comunicación ininterrumpida de Dios con Jesús, expresada por el Espíritu de Dios que se le comunica plenamente. Paloma, alusión a Gn 1,2: en Jesús culmina la creación: plenitud humana (el Hijo del hombre) y divina (el Hijo de Dios). Alusiones a Is 11,1-5, el rey mesiánico; 42,1-7, el servidor, luz y esperanza de las naciones, y 61,1-4, liberación del pueblo. La voz del cielo (17) formula lo significado por la bajada del Espíritu: éste es mi Hijo (Sal 2,7, el rey Mesías); el amado (cf. Gn 22,2, de Isaac, alusión a la muerte); en él he puesto mi favor, alusión a Is 42,1, del servidor.

La escena del bautismo representa la investidura del Mesías, capacitado por el Espíritu para su misión universal y liberadora.

DOMINGO 2 DE ENERO DEL 2011; Jn 1,1-18.

1. 1.Al principio ya existía la Palabra y la palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios.
2. Ella al principio se dirigía a Dios.
3. Mediante ella existió todo, sin ella no existió cosa alguna de lo que existe.
4. Ella contenía vida y la vida era la luz del hombre:
5. esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado.

6. Apareció un hombre enviado de parte de Dios, su nombre era Juan; éste vino para un testimonio,
7. para dar testimonio de la luz, de modo que, por él, todos llegasen a creer.
8. No era él la luz, vino sólo para dar testimonio de la luz.
9. Era ella la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre llegando al mundo.
10. En el mundo estaba y, aunque el mundo existió mediante ella, en mundo no la reconoció.
11. Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron.
12. En cambio, a cuantos la han aceptado, los ha hecho capaces de hacerse hijos de Dios: a esos que mantienen la adhesión a su persona;
13. los que no han nacido de mera sangre derramada ni por mero designio de una carne ni por mero designio de un varón, sino que han nacido de Dios.
14. Así que la Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos contemplado su gloria – la gloria que un hijo único recibe de su padre – plenitud de amor y lealtad.
15. Juan da testimonio de él y sigue gritando: - Éste es de quien yo dije: “ El que llega detrás de mí estaba ya presente antes que yo, porque existía primero que yo”.
16. La prueba es que de su plenitud todos nosotros hemos recibido: un amor que responde a su amor,
17. porque la Ley se dio por medio de Moisés; el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías.
18. A la divinidad nadie la ha visto nuca; un Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación.


EXPLICACIÓN.

Prólogo. Puede llamarse también síntesis introductoria o profesión de fe de la comunidad de Juan, que, en 1,14-16 (nosotros), habla de su experiencia cristiana, fruto de la actividad de Jesús. El prólogo resume en pocos trazos la realización del proyecto creador de Dios, que abre una época nueva en la historia humana. Por una parte, da claves de interpretación para el resto del Evangelio; por otra, sólo se puede penetrar su profundidad conociendo la obra de Jesús narrada después.
Introducción (1-2).El término griego logos sintetiza dos conceptos del AT: el de palabra/potencia creadora (Gn 1) y el de sabiduría creadora (Prov 8,22-24.27; Eclo 1,1.4-6.9; Sab 8,4; 9,1.9; Sal 104,24). El logos o Palabra formula el proyecto de Dios (sabiduría), que existe antes de la creación y la guía, y, en cuanto potencia, lo realiza. En v.1, la Palabra representa el proyecto formulado, cuyo contenido está expresado en 1c: la Palabra era Dios o, ateniéndonos al significado de la Palabra en este pasaje: un Dios era el proyecto. Este consistía, por tanto, en que el hombre tuviese condición divina, que fuese igual a Dios. El proyecto es la palabra divina absoluta y relativiza todas las demás palabras, en particular, las de la antigua Ley: a las diez palabras (decálogo) se opone la única palabra que las sustituye. Paralelamente, todos los ideales humanos propuestos en la antigua alianza quedan superados al conocerse en Jesús el verdadero proyecto de Dios sobre el hombre. Este proyecto, concebido en la mente divina, es personificado por Jn, quien lo presenta como el interlocutor de Dios. Expresa con esta especie de soliloquio divino (el proyecto se dirigía/interpelaba a Dios) una urgencia: la del amor de Dios por realizarlo.
La antigua humanidad. El rechazo del proyecto de Dios (3-10). Existe la actividad creadora del proyecto/palabra, que se traduce en comunicar la vida que contiene. Vida (= plenitud de vida), se opone a la existencia que no merece ese nombre; la plenitud de vida es la luz, la verdad del hombre (4). Consecuencia: no existe una verdad anterior a la vida ni independiente de ella: no hay más verdad que el esplendor de la vida misma; la aspiración a la vida plena guía al hombre, y la experiencia de ella le va descubriendo la verdad. Es decir, la verdad es la vida misma en cuanto se puede conocer, experimentar y formular. Donde hay vida, hay verdad; donde no hay vida, no hay verdad.
La luz/vida tiene un enemigo, la tiniebla, que pretende extinguir la luz (5). Es una entidad activa y maléfica: a la luz/vida se opone la tiniebla/muerte. La tiniebla aparece después de la luz (no como en Gn 1); es decir, la aspiración a la vida es componente del ser del hombre, por ser la vida el contenido del proyecto creador, del que el hombre es resultado. La tiniebla no se opone a la vida en sí misma, sino a la luz/verdad, a la vida en cuanto puede ser conocida. Es una antiverdad, una falsa ideología (8,44: la mentira) que, al ser aceptada, ciega al hombre, impidiéndole conocer el proyecto creador, expresión del amor de Dios por él, y sofocando su aspiración a la plenitud.
A pesar del esfuerzo por extinguirla, la vida/luz sirve de orientación y de meta a la humanidad. El hombre puede comprender qué significa una vida plenamente humana y a ella ha aspirado siempre, aun cuando por culpa de otros hombres tuviera que vivir sometido a una condición inhumana. Los dominados por la tiniebla son muertos en vida.
En medio de la antigua humanidad y de la dialéctica luz/tiniebla se presenta Juan (6-8), mensajero enviado por Dios para dar testimonio a los hombres acerca de la luz/vida, avivando la percepción de su existencia y el deseo de alcanzarla; de rechazo, denuncia la tiniebla y su actividad. Su bautismo simbolizará la ruptura con la tiniebla.
La luz verdadera (9) se opone a las luces falsas o parciales, cuyo prototipo había sido la Ley (Sal 119,105; Sab 18,4; Eclo 45,17 LXX). La luz no sólo brilla (1,5), sino que ilumina, llega y pretende comunicarse a todo hombre: a pesar de las tinieblas y de las falsas luces, el hombre podía experimentar el anhelo de vida; la plenitud contenida en el proyecto creador se le presentaba siempre como ideal y meta. Su anhelo de vida y de plenitud era criterio para distinguir entre luces verdaderas y falsas. Pero la humanidad no reconoce el proyecto ni hace caso de la interpelación (10); aunque le era connatural, lo rechazó y con ello rechazó la vida. Dominada por las ideologías contrarias a la vida (la tiniebla/muerte), se negó a responder al ideal al que estaba destinada por la creación misma. Tal era su situación hasta la legada histórica de la Palabra: la ideología/tiniebla represora de la vida le quitaba hasta el deseo de la propia plenitud.
Centro del prólogo: El proyecto creador, realizado en la historia (11-13). En paralelo con la llegada de Juan Bautista, está la de Jesús. Él es el Hombre-Dios (3), el proyecto realizado, la palabra creadora, la vida (11,25; 14,6) y la luz (8,12; 9,5). Su presencia histórica se verificó en su propio pueblo (su casa), pero aquel pueblo no lo aceptó (11). Fracaso de la antigua alianza, que debía haber preparado a Israel para este momento. Se ha interpuesto la tiniebla, es decir, la ideología mantenida por la institución judía, la absolutización de la Ley y los principios nacionalistas (12,34.40). En su nombre se condenará a Jesús (19,7).
Hay quienes lo aceptan (12), sobre todo fuera de su pueblo, liberándose del dominio de la tiniebla. Ser hijo se demuestra con el modo de obrar (8,39; 5,19-20). La capacidad de ser hijos de Dios se confiere con el nacer de Dios; hacerse hijo indica el crecimiento, fruto de una actividad semejante a la de Dios mismo. Dios no anula al hombre, sino que colabora con él. La actividad del cristiano no es la de Dios en el hombre, sino la Dios con el hombre. Aceptar a Jesús consiste en darle la adhesión personal en su calidad de proyecto realizado y en aceptar la vida que comunica en cuanto palabra creadora. No pide Jn la adhesión a una ideología ni a una verdad revelada, sino a la persona de Jesús, el modelo y dador de vida que Dios ofrece a la humanidad.
La capacidad de hacerse hijos de Dios supone un nuevo acontecimiento. Éste, que se identifica con la recepción del Espíritu (3,5), procede de la muerte de Jesús (“sangre derramada”), del propósito de su actividad histórica (“carne”), de su propósito personal (“varón”), pero no en cuanto meros hechos humanos, sino en cuanto en ellos se expresa y se hace eficaz la Palabra/Proyecto, que es Dios (1,1) (13). Esta calidad/nombre de Jesús (12) es la que percibe el que le mantiene su adhesión.
La nueva humanidad (14-17). La comunidad (nosotros) que ha aceptado a Jesús habla de la llegada de éste en términos de experiencia, la propia de los que lo han aceptado y, con ello, han nacido de Dios.
El proyecto divino, la plenitud de vida, se ha realizado en un hombre sujeto a la muerte (hombre/carne) (14). Por vez primera aparece la meta de la creación: el Hombre-Dios. Su presencia se interpreta en clave de éxodo, es decir, de liberación de toda esclavitud: acampar hace alusión a la antigua Tienda del Encuentro, morada de Dios entre los israelitas durante su peregrinación por el desierto (Éx 33,7-10). En el nuevo éxodo, el lugar donde Dios habita es un hombre, Jesús. La gloria era el esplendor de la presencia divina, que, durante el éxodo de Israel, aparecía en particular sobre el santuario (Éx 40,34-38). Para la nueva humanidad en camino, la presencia activa de Dios resplandece en el hombre Jesús. No hay distancia entre Dios y los hombres; en Jesús, su presencia es inmediata para todos.
El hijo único es el heredero universal del Padre y todo lo que éste tiene le pertenece; el Padre le comunica su misma gloria, haciendo al Hijo igual a él. Su gloria es su plenitud de amor y lealtad (Éx 34,6): amor gratuito y generoso que se traduce en don/entrega y que no se desmiente ni falla nunca (lealtad). Como la luz es el resplandor de la vida, la gloria es el resplandor del amor leal. Si la vida es un dinamismo, su actividad es el amor: vivir es amar y amar es comunicar vida (14).
La comunidad narra el testimonio de Juan (15), que ve confirmado por su propia experiencia. Jesús llega después de Juan, pero se pone delante de él. La comunidad narra el testimonio de Juan, que ve confirmado por su propia experiencia. La Palabra/Sabiduría, ahora realizada en Jesús, estaba presente en el mundo desde el principio de la humanidad (1,4: “la luz del hombre”) y es la misma que existía ya “al principio” (1,1). Juan resume aquí, en sentido inverso, las tres etapas de la Palabra/proyecto: su existencia antes de la creación (existía primero que yo), su presencia en la humanidad (estaba ya presente antes que yo), su realización histórica en Jesús (el que llega detrás de mí).
Al nuevo éxodo y a la nueva alianza se invita a la humanidad entera. No desembocan, por tanto, en la formación de un nuevo pueblo, sino en la de una nueva humanidad. La comunidad tiene conciencia de pertenecer a ella.
Lo específico cristiano (todos nosotros) es la experiencia y participación del amor-vida que está en Jesús (16). El Hijo, heredero universal (14), hace a los suyos partícipes de su misma herencia. La prueba palpable de la realidad y de la acción de Jesús es el amor que existe en la comunidad; se muestra en una actividad como la suya, que lleva a realizar el designio divino, es decir, a trabajar por la plenitud humana.
La nueva comunidad humana existe en virtud de la nueva y directa relación del hombre con Dios (nueva alianza), inaugurada y hecha posible por Jesús (17). La antigua relación, mediada por la Ley mosaica, ha caducado. Gracias a la obra de Jesús pueden existir en los hombres el amor y la lealtad propios de Dios mismo (14); con ello culmina la obra creadora de Dios y se establece la nueva relación/alianza. La Ley era exterior, el amor es interior y transforma al hombre, haciéndose constitutivo de su ser (Jr 31,31-34; Ez 36,25-28). El código externo pierde su validez y su razón de existir.
Colofón (18). Moisés y todos los intermediarios de la antigua alianza habían tenido sólo un conocimiento mediato de Dios (Éx 33,20-23). Por eso la Ley no consiguió reflejar la realidad de Dios. Todas las explicaciones de Dios dadas antes de Jesús eran parciales o falsas: el AT era sólo anuncio, preparación o figura del tiempo del Mesías.
La teología del hombre-imagen de Dios queda superada; el proyecto creador sólo llega a su término con el Hombre-Hijo, a quien el Padre comunica su propia vida/amor. Únicamente Jesús, el Hijo único/amado, que tiene la condición divina, puede expresar lo que Dios es: el Padre que está total e incondicionalmente a favor del hombre, el que, por amor, le comunica su propia vida. Jesús lo explica con su persona y actividad. Él es el punto de partida, el único dato de experiencia de alcance del hombre para conocer al verdadero Dios. Toda idea de Dios que no corresponda a lo que es Jesús es un invento humano sin valor. Jesús es, de modo inseparable, la verdad del hombre y la verdad de Dios: manifiesta lo que es el hombre por ser la realización plena del proyecto creador, el modelo de Hombre; manifiesta lo que es Dios haciendo presente y visible el amor incondicional del Padre, al entregar su vida para dar vida a los hombres.