sábado, 1 de enero de 2011

DOMINGO 30 DE ENERO DEL 2011; Mt 5,1-12.

[1]Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos.[2]Tomó la palabra y los instruyó en estos términos:[3]Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado de Dios les pertenece.[4]Dichosos los afligidos, porque serán consolados.[5]Dichosos los desposeídos, porque heredarán la tierra.[6]Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.[7]Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia.[8]Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.[9]Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios.[10]Dichosos los perseguidos por causa del bien, porque el reinado de Dios les pertenece.[11]Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa.[12]Estad alegres y contentos pues vuestra paga en el cielo es abundante. De igual modo persiguieron a los profetas que os precedieron.

EXPLICACIÓN.

Multitudes judías y paganas le seguían. La actividad de Jesús rompe las fronteras entre los pueblos (4,25). Reacción de Jesús, subier al monte, lugar de la presencia y actividad divinas. Va a promulgar el estatuto del Reino, a definir la nueva alianza y a constituir el nuevo pueblo. Sube al monte como Moisés y habla desde él como Dios: el Hombre-Dios.

"Pobres" (3), en la tradición judía, los pobres sociológicos; "eligen", lit. "por el/su espíritu", que indica un acto interior del hombre, de inteligencia, voluntad o sentimiento; en este contexto, de voluntad (= decisión, opción). "Los pobres por propia decisión" = los que eligen ser pobres. Jesús mismo lo interpreta en 6,24 (opción entre Dios y el dinero). Tienen a Dios por rey (lit. "de ellos es el reinado de Dios"), es decir, sólo con ellos actúa Dios como rey. El reinado de Dios pone fin a la miseria; no carecerán de lo necesario ni tendrán que someterse a otros para obtener el sustento (6,25-34). Esta pobreza se opone al acumular y retener bienes (6,19-21) y supone la disposición a compartir lo propio (6,22s.). Ésta es la buena noticia a los pobres (Is 61,1; Mt 11,15).

Las tres bienaventuranzas siguientes contienen una promesa de liberación, efecto de la opción por la pobreza.

Los que sufren (4), alusión a Is 61,1 donde se trata de la opresión de Israel. Jesús anuncia el fin de la opresión para la humanidad entera.

Los sometidos (5), según el texto de Sal 37,11: los que han perdido su independencia económica y su libertad y tienen que vivir sometidos a los poderosos que los han despojado. La tierra, universal: plena restitución de la libertad e independencia.

Esa justicia (6) condensa las dos bienaventuranzas anteriores: verse libres de la opresión, gozar de la independencia y libertad.

Las tres bienaventuranzas siguientes definen la labor del grupo cristiano en medio de la sociedad.

Los que prestan ayuda (7), la misericordia expresada en obras.

Los limpios de corazón (8), cf. Sal 24,4, en paralelo con "el de manos inocentes": buena intención que se traduce en conducta sincera. Ver a Dios, la experiencia constante de su presencia. No cuenta ya la pureza de la ley, sino la del comportamiento, ni el encuentro con Dios en el templo (Sal 24,3; 42,3.5; 43,3), sino en la vida.

La paz (9): prosperidad, tranquilidad, derecho, justicia; en suma, la felicidad individual y social. Condensa las dos bienaventuranzas anteriores. Tal actividad hace al hombre semejante a Dios, por ser la misma que él ejerce con los hombres. No relación de siervo a señor, sino de hijo a Padre (cf. Os 2,1).

La última bienaventuranza (10) completa la primera (3) (ambas en presente y con el segundo miembro igual). La persecución no es un fracaso, y es consecuencia de la fidelidad a la opción inicial (5,3). La sociedad, basada en la ambición de poder, gloria y riqueza, no la tolera.

Las promesas de futuro (vv. 4-9) son efecto de la opción y fidelidad presentes (vv. 3.10). Liberación progresiva de los oprimidos por la existencia del grupo humano que opta contra los valores de la sociedad y crea una alternativa.

Para los discípulos (11s) desarrolla la última bienaventuranza. La sociedad ejercerá sobre ellos una presión más o menos cruenta, desde desacreditar al grupo cristiano hasta perseguirlo abiertamente. La reacción ha de ser la alegría. Su recompensa será la experiencia de que Dios reina sobre ellos. Con su modo de vivir, los discípulos toman el puesto de los profetas de antaño: hacen visible una nueva relación humana, que denuncia la injusticia existente.

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