domingo, 7 de marzo de 2010

1 DE ABRIL DE 2010 Jn 13,1-15.

La frase inicial (1) introduce, no sólo el discurso de la cena, sino toda la narración de la entrega y muerte de Jesús, hasta sus palabras en la cruz (19,30).
Se omite toda mención de lugar; ya que no se nombra a Jerusalén (1). Esta Pascua será la de Jesús, la que permitirá el éxodo de las tinieblas a la luz. Pasar de este mundo al Padre, el éxodo personal de Jesús, la llegada a la tierra prometida. No va a la muerte (su hora) arrastrado por las circunstancias, va a dar su vida voluntariamente (Consciente). “Los suyos (Israel) no lo acogieron” (1,11); Jesús tiene ahora otros a quienes llama los suyos, los que le han dado su adhesión. Su amor hasta el fin será la nueva Escritura (cf. Dt 31,24); amor y fidelidad (1,14), la característica de la nueva comunidad.
Cena ordinaria (2); la cena cristiana no es una continuación de la judía. El Enemigo/diablo, el dinero-poder, es el principio de homicidio y mentira que inspira al círculo dirigente (8,44); engendra hombres que son “enemigos/diablos” (6,70). La ambición y la codicia (12,6: “ladrón”) inducen a Judas a la traición.
Jesús tiene plena conciencia (3) de su misión (3,35), de su origen (1,32s: el Espíritu; 1,14: “plenitud de amor y lealtad”) y de su itinerario y meta: el don total de sí, en el que Dios está plenamente presente como vida absoluta.
Dejó el manto (4) y tomó el manto (12, en paralelo con 10,17s: “entregar la vida/recobrarla”. Un paño, símbolo del servicio; va a enseñar a los suyos que significa el amor leal. Lavar los pies, signo de acogida, deferencia (5). Les muestra su amor, que es el del Padre, que se ejerce en el servicio al hombre desde abajo. Ni el deseo de hacer bien puede justificar ponerse por encima del hombre y lo eleva hasta sí. Jesús, el Señor, se hace servidor para dar a los suyos categoría de señores. Su servicio, por tanto, se propone dar libertad (señor) y crear así la igualdad, eliminando todo rango. Todos han de ser libres y, con su servicio, seguir creando libertad e igualdad.
Extrañeza y protesta de Pedro (6) Llama a Jesús Señor título de superioridad, en contraste con “lavar”, servicio de un inferior. Ha comprendido que la acción de Jesús invierte el orden de valores admitidos. Para él, Jesús debe ocupar el trono de Israel: él es súbdito, no admite la igualdad. Jesús no se extraña de la protesta de Pedro (8), pero éste insiste con una negativa rotunda (cf. 6,60); mantiene aún los principios de la sociedad injusta, donde cada uno mantiene el propio rango. Respuesta de Jesús: Si no admite el amor que crea la igualdad, no puede estar con él, no puede participar de su Espíritu; quien rechaza el servicio como rango distintivo del grupo queda excluido de la unión con él.
La reacción de Pedro (9) muestra su adhesión personal a Jesús, pero también que no entiende su manera de obrar. Está dispuesto a hacer lo que mande, pero por ser voluntad del jefe, no por convicción. Piensa que el lavado es purificatorio, que elimina algún obstáculo para estar con Jesús. No aceptaba la acción como servicio, la acepta como rito religioso.
Jesús corrige la interpretación de Pedro (10); no se trata de rito purificatorio, sino de servicio (v 4.5: el paño ceñido). Es hacer propio el mensaje lo que purifica al hombre (15,3). El único motivo que puede separarlo de Dios es la negativa a hacer caso al Hijo (3,36). Jesús conoce la actitud del traidor (10-11).
Tomar el manto, recobrar la vida (10,17s) (12). Jesús no se quita el paño, señal de su servicio, que continuará para siempre. Vuelve a la posición del hombre libre (se recostó en la mesa) con el paño puesto: el servicio no disminuye la libertad ni la dignidad del hombre.
Lo que hace Jesús, el Maestro y el Señor (13), es válido para todos y para todo tiempo (14-15). No es Señor por imposición alguna; su seguimiento es una asimilación a él (6,53s: “comer su carne”), no una obediencia. Con su acción, les ha dado la experiencia de ser amados y les ha enseñado a amar como él (Maestro) (cf. 13,34).

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