viernes, 29 de octubre de 2010

DOMINGO 14 DE NOVIEMBRE DEL 2010; Lc 21,5-19.

[5]A unos que ponderaban los hermosos sillares del templo y la belleza de su ornamentación les dijo:[6]---Llegará un día en que todo lo que contempláis lo derribarán sin dejar piedra sobre piedra.[7]Le preguntaron: ---Maestro, ¿cuándo sucederá eso y cuál es la señal de que está para suceder?[8]Respondió: ---¡Atención, no os dejéis engañar! Pues muchos se presentarán en mi nombre diciendo: Yo soy; ha llegado la hora. No vayáis tras ellos.[9]Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no tengáis pánico. Primero ha de suceder todo eso; pero el fin no llega enseguida.[10]Entonces les dijo: ---Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino;[11]habrá grandes terremotos, en diversas regiones habrá hambres y pestes, y en el cielo señales grandes y terribles.[12]Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, os llevarán a las sinagogas y las cárceles, os conducirán ante reyes y magistrados a causa de mi nombre,[13]dándoos oportunidad de dar testimonio de mí.[14]Haced resolución de no preparar la defensa;[15]yo os daré una elocuencia y una prudencia que ningún adversario podrá resistir ni refutar.[16]Hasta vuestros padres y hermanos, parientes y amigos os entregarán y darán muerte a algunos de vosotros;[17]y todos os odiarán por mi nombre.[18]Sin embargo no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza.[19]Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas.

EXPLICACIÓN.

En Lc, la predicación de Jesús y su discurso sobre el futuro de Jerusalén y del templo y sobre el reinado de Dios en la historia se pronuncian dentro del templo y se dirigen a los que escuchaban su enseñanza (cf. Mt 24; Mc 13).

(5s) A la admiración por la belleza del templo responde Jesús con la predicción de su ruina (cf. 19,41-44: lamento sobre Jerusalén).

(7) La pregunta siguiente no manifiesta sorpresa; de hecho, se pensaba que estaba próximo el cumplimiento de la profecía de las setenta semanas (Dn 9,24-27), y que el momento de máxima ruina señalaría el comienzo de la restauración de Israel y la derrota de los paganos (Dn 7,27). La pregunta es doble: quieren saber el momento en que tendrá lugar el desastre y, en segundo lugar, cuál será la señal que anuncie la inversión del curso de los acontecimientos y la restauración.

(8-19) Comienza el discurso previniendo contra un engaño: el desastre no anuncia restauración: el presupuesto de la pregunta es falso. De hecho, dentro del grupo judeocreyente muchos simularán espíritu de profecía: atribuirán a Jesús el papel de restaurador de Israel (Yo soy: el Mesías nacionalista) y anunciarán la inminencia de su intervención (el momento está cerca) (8).

Sin embargo, los acontecimientos guerreros no anunciarán el fin de la opresión ni la inmediata restauración mesiánica (9). Habrá guerra y desastres (10s). Pero, lo mismo que el rechazo de "el Hombre" había de preceder a la destrucción de Jerusalén, también los discípulos serán perseguidos de parte de poderes judíos y paganos. Esto los confirmará en la verdad de su postura (cf. 6,22) (12s).

No preparar ninguna defensa, lo que equivaldría a reconocer la legitimidad del tribunal, sino esperar las palabras eficaces que se les inspiren (14s, cf. 12,11s). Serán sus connacionales judíos los que más se ensañen con ellos, pues el mensaje universalista del Reino anula el privilegio de Israel (16s). Confianza (cf. 12,7) (18). Lo importante es no cejar ante esa oposición a muerte por parte de la sociedad. La constancia garantiza la vida, como producía el fruto (8,15) (19).

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